Oportunismo político

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Por Onofre Salvador Fulcar


Cuando se habla de oportunismo, tendríamos que referirnos, sin dar muchos rodeos, al que se manifiesta en la actividad política. Sus actores están siempre al acecho, listos para aprovechar coyunturas y así ofrecer sus servicios, ante aquellos que les dan entrada, sin apenas analizar si resultan apropiados a los planes y programas concebidos.

Las organizaciones políticas, son estructuras que pasan mucho tiempo trabajando con su dirigencia, organizada en sus diferentes niveles. Se supone, es lo que se da a entender, sin que se pretenda aplicar la exclusividad, que la misma tendrá prioridad una vez se llega al gobierno, entendido su compromiso con la causa partidaria.

En nuestro país se ha hecho casi habitual entregarle funciones importantisimas a figuras desconocidas en el ámbito político, dando de lado a la gente compromisaria, preparada para asumir los retos que plantea la administración pública.

El Estado no está para grupos en particular, no nos referimos a eso, más bien señalamos a los que no hacen otra cosa, que situarse dónde el capitán lo vea utilizando mecanismos que les confieren ventajas sobre los que hacen verdadera y ardua labor política.

Viendo las cosas así, se podría pensar que estamos en desacuerdo con los que no hacen causa común en los partidos políticos; ese no es el punto; todo el que tiene sus derechos como ciudadano, no se le debe obstaculizar en sus esfuerzos para acceder a una determinada función.

Siendo un poco más detallista en estas particularidades del quehacer gubernamental y político, hacemos inferencia en todo aquello que se observa en la práctica, la que día a día otorga privilegios, muchas veces inmerecidos, a figuras que se proyectan o ejercen presión a través de organizaciones en apariencias distantes de la política, o también enquistadas en influyentes medios de comunicación.

¿Y cuál ha sido el resultado?
Respondiendo esta cuestionante, no creo que estas decisiones, cada vez más notorias, han dado, salvo honrosas excepciones, resultados que se puedan celebrar con éxito en las distintas administraciones gubernamentales.

No hay equívoco en todo esto, y es que, con seguridad, apoyarán en los buenos y malos momentos que atraviese un determinado gobierno, aquellos que sienten un compromiso no solo de carácter ideológico, sino que han sido parte básica en la conformación estructural de sus organizaciones, lo que le asigna además, un elemento de tipo sentimental llamado a fortalecer aun más su compromiso.

Hoy, como ayer, tal vez en proporciones mucho más elevadas, se da un incómodo desbalance en la praxi política, que está llevando a un derrotero peligroso. No puede ser para menos, dado el protagonismo de primer orden de elementos ajenos al trabajo y sentir de las organizaciones políticas, algunos de los cuales están en todos los gobiernos, siendo los primeros en marcar distancia o saltar de la embarcación si olfotean olas adversas a sus intereses.

Retornando el planteamiento original, creemos que se le sigue haciendo un flaco servicio a la nación y a la política como tal, cuando se va a buscar de manera persistente en otro lado, lo que existe en demasía en las estructuras partidarias, con la que se trabaja a lo largo de los años y existe una cohesión que en vez de desconocer, vale la pena fortalecer.

En la generalidad de los casos, estos personajes siempre se definen como no políticos, sin embargo buscan la forma de ocupar funciones políticas con más intensidad que los que ejercen la propia actividad. Diría que si, son muy políticos, solo que no trabajan en ese aspecto, mucho menos asumen compromiso de tal naturaleza.

Como colofón, pensamos que el amiguismo, grupismo y parentesco, constituyen otras aristas, igual de incómodas en algunos manejos, ya hecho hábitos en esta hermosa tierra del Patricio, Juan Pablo Duarte.

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